He observado con cautela todo el ejercicio de revocación de mandato. Me he llenado de preguntas, quizá la más importante es ¿para qué? Siempre fue claro que cumplía parte de las promesas del presidente López Obrador, que, para él pasar a la historia como el primer presidente que se sometió a la revocación de mandato es importante, porque en sus mismas palabras, tiene la “ambición legítima de pasar a la historia como el mejor presidente de México”. A mí me parece que esa ambición es tan peligrosa como la de quien ambiciona ser presidente para que ninguna de las tres generaciones que le sigan tengan que trabajar, pero en fin, eso es lo que él ha dicho. Por lo tanto, el ejercicio de revocación cumple con una ambición personal y a la vez sirve para seguir manteniendo la intención narrativa del enemigo, en este caso: el Instituto Nacional Electoral (INE). En el momento en que esto escribo, no sabemos los resultados, pero lo que podemos dar por hecho es que el INE será considerado el malvado de la historia independientemente de lo que suceda. Tal como sucedió con su triunfo en el 2018, el presidente no considera que ganó gracias que el Instituto garantizó el proceso electoral, sino gracias a la avasalladora fuerza de sus votantes, desde su discurso triunfante, ganó, a pesar del INE. Cambiar el sistema democrático que le llevó a la presidencia es una tentación lógica, pues sabe, es el mismo sistema que lo sacará del poder.
La organización Que Siga la Democracia apostaba en su discurso que la razón para llevar a cabo este ejercicio, a pesar de que ninguno de sus miembros quería que el presidente dejara el poder, era porque creían en la herramienta democrática, y era indispensable empezar a usarla. Suena bonito, pero carece de toda lógica, sobre todo porque el instrumento debe tener intenciones revocatorias, no ratificatorias.
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Entonces quedaba una pregunta. ¿Por qué así? ¿Por qué funcionarios, militantes y gobernadores, hasta el mismo presidente, violaron descaradamente la ley para promover el ejercicio de revocación? ¿Por qué tantos recursos invertidos en un ejercicio que sabíamos desde un inicio, no juntarían la participación necesaria para sacar al presidente? ¿Por qué gastar tanto en una “batalla” que ellos mismos se inventaron, y que de inicio tenían ya ganada? Creo, y es al momento la única justificación que le encuentro, que es un simulacro que les permitirá medirse rumbo a las próximas elecciones y más importante el 2024. Por eso los esfuerzos de movilización, por eso el dinero (ilegalmente) invertido, por eso la propaganda asustando con quitar programas sociales. Morena sabrá este 10 de diciembre de qué tamaño es su fuerza, y en dónde tiene que apretar. Lo mejor de todo, el gasto oficial para esta gran medición corrió a cargo del INE.