A cinco días del proceso electoral más grande de la historia y a casi tres años del triunfo de Andrés Manuel López Obrador en las elecciones presidenciales de 2018, hay algo que tenemos que decirle a la oposición: la coalición Va por México no fue una buena decisión.
Los datos
Oraculus, una plataforma que concentra escenarios sobre los posibles resultados de la elección, reveló una proyección sobre cómo se conformaría la Cámara de Diputados tras los comicios de este fin de semana, y la estimación no dista de los resultados de 2018, siendo este el fracaso del objetivo principal de este esfuerzo conjunto de fuerzas políticas y organizaciones.
El ganador de este ejercicio habrá sido el PRI, partido que gracias a esta fórmula ha rascado algo de protagonismo y que desde 2018 nadó de muertito, apagando sus incendios nada menores y algunos todavía vigentes: El caso Odebrecht, la red de prostitución del ex líder priísta en la capital, Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre, la protección que el actual dirigente nacional del tricolor, Alejandro Moreno, habría proporcionado al “Rey de la basura”, la triangulación de recursos de Manlio Fabio Beltrones y su hija, Sylvana Beltrones, a través de Andorra, entre otros.
La contradicción
El PAN finalmente decidió desistir a su discurso de “Morena está aliado con el PRI” y “Morena conserva lo peor del PRI”, para finalmente, hacer alianza con el PRI; una contradicción ideológica que han intentado amalgamar y que, a la par, les costó el consolidar en el electorado uno de los términos más mencionados desde Palacio Nacional: “El PRIAN”.
En el mismo barco viaja, pequeño y confundido, el PRD, un partido que renunció a sus ideas de izquierda para, con el objetivo de “salvar al país”, convertirse en el hermano menor de las dos fuerzas hegemónicas de derecha.
Entonces la campaña electoral se redujo a la dicotomía “Estás con Morena o estás en contra de Morena”, que dirigió las propuestas en el mismo sentido radical y sin fondo “Haremos lo opuesto a Morena”.
Va por México es, en resumen, un esfuerzo que apostó a la fuerza bruta para unir bases electorales, sin una estrategia de comunicación profunda para contrarrestar el discurso del ejecutivo federal sobre la unión de “los partidos de siempre” con “grupos de intereses creados”.
Es lamentable el ‘atajo’ que decidieron tomar para no recorrer el largo camino que implica crear un vínculo profundo de empatía con quienes este 6 de junio saldrán a refrendar su decisión de julio de 2018.
Se confirme o no lo expuesto en este texto, la siguiente semana estaremos platicando -o deberíamos- de un tema dejado a un lado desde 2018: ¿Qué sector de la sociedad civil se decidirá a tomar acción y entrar a la cancha política?
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Por cierto, andan muy campantes los actores políticos implicados en el colapso de la L-12, un desastre anunciado desde hace años: El desastre anunciado desde hace más de dos años