El Zócalo de la Ciudad de México lo ha visto todo, o casi todo. El espectáculo de este domingo era distinto. A lo lejos se escuchaban a los concheros con su característico sonido que recuerda lo que fuimos. Las vallas de metal que cuidan Palacio Nacional, hoy recuerdan ese aire que se respira cuando se visitan lugares que conmemoran pasajes terribles y vergonzosos de la humanidad: como el Muro de Berlín, el Monumento a los judíos de Europa asesinados durante el Holocausto, o el Memorial del 9/11 en Nueva York. No pretendo comparar tragedias, sería irrespetuoso para todas. Pero es ese silencio pesado que invade estos lugares lo que se siente al ver frente a Palacio Nacional esas vallas que llevan los nombres de mujeres asesinadas. Para nombrarlas a todas ¡les faltan vallas!
Cuando la gente pasa a su lado, se detiene, las ve, lee los nombres. Hay mujeres y hombres colocando flores entre los pocos huecos que encuentran, los remaches fueron transformados en cruces con pintura rosa, y desde el pequeño enrejado de la parte superior se alcanza a ver un edificio custodiado por militares, para cuidara quien dijo que el Estado Mayor Presidencial era ostentoso.
El presidente que nunca ha mencionado a una sola de las víctimas de feminicidio por su nombre, dormirá frente a un Palacio al que solo lo rodea eso, los nombres. Los muros son el símbolo del miedo. El muro de Trump era el símbolo para proteger a los estadounidenses del irracional miedo que sienten ante los migrantes: los asesinos y violadores, dijo en su momento. El muro de López Obrador representa el miedo que siente del movimiento feminista.
“Es para cuidar los edificios”, dijeron. No sería necesario cuidar los edificios si cuidaran de las mujeres, si garantizaran un sistema de justicia eficiente. “Es para que no haya provocación”, dijo el provocador profesional. Sabe que su discurso ha incendiado el ánimo, para quien ya sabe que el cuidado del pueblo no es suficiente, ni siquiera del pueblo uniformado.
Pero las mujeres que marcharán mañana, las que pintaron los nombres, saben que no es López Obrador, ni el que vino antes, ni el que vendrá después: es el sistema. Nadie le dice su partido de preferencia a una mujer antes de violarla o asesinarla. Eso solo les importa a ellos, quienes tienen en mente la próxima elección, no como las mujeres que saldrán a gritar, porque a ellas les preocupa, nos preocupa, ésta y la próxima generación.