Que el país está polarizado no es nada nuevo, no nos dividió el discurso presidencial, digamos que sus palabras han sido lo que el viento a las chispas sobre un bosque ya seco, lo avivan, pero no fueron las responsables de la sequía. Sin duda un liderazgo que no se beneficie del fuego, ayudaría a apagarlo, pero no toda la responsabilidad puede quedar en el poder.
¿Qué nos hace falta a los ciudadanos? Escuchar. Me llamó muchísimo la atención el discurso de quienes buscaban influenciar el voto en sus empleados, evidentemente, no solo porque eso es contrario a la democracia, y porque asume que las personas quienes trabajan para ellos son incapaces de decidir por su cuenta, sino porque demuestran la incapacidad para escuchar. ¿Qué tal que en vez de haber buscado cambiar el sentido de su voto, se hubiesen decidido por sentarse a preguntarles y escuchar? Asumir que unos votan por los programas sociales y que otros votan porque tienen intereses obscuros es falso y simplista. Asumir sin importar del lado ideológico que nos encontremos, es una trampa que nos aleja de pensar, cuestionarnos, y ver al otro en su inmensa complejidad. Eso solo beneficia a quienes tienen el poder y a quienes lo quieren.
Sea cual sea el resultado después de esta elección, tenemos que resistir el camino fácil. Tendremos que entender a qué obedecen las decisiones de las y los ciudadanos y solamente quien lo comprenda, verá con mejor claridad y tendrá mayor control para el 2024.
Suena simple, pero escuchar es un ejercicio complejo, requiere primero, respeto por el otro y validarlo como interlocutor. Respeto por su inteligencia e independencia en sus ideas y decisiones. Escuchar requiere también saber distinguir las mentiras, y la capacidad para separarlas del resto del discurso. Escuchar implica también la capacidad para ponerse en los zapatos del otro.
Sea cual sea el resultado que nos despierte esta mañana, tendremos que recordar que entre más ruido haya, más difícil será escuchar. Pero habrá que resistir, habrá que ver más allá, y apostar por el país de la mayoría, y esa mayoría no es la delincuencia organizada, no son los políticos, somos las personas que cada mañana estamos dispuestas a hacer lo que nos toca para construir un México mejor para nuestros hijos.