Siempre me han parecido obsesivas las mediciones de popularidad, me intrigan, y a la vez preocupan. Pues un jefe de Estado no tendría que tomar decisiones basado en ese número, hay dos razones: las decisiones más complicadas no suelen ser las más populares y finalmente la aceptación que les llevó al poder, ya hizo su trabajo. El mejor juicio tendría que venir con los años. Claro, eso pensando en hombres y mujeres que busquen un mejor país a la larga, de esos, que no estoy segura si tenemos ahora.
Sin embargo, aquí estamos, sorprendidos en cómo la popularidad de López Obrador es a prueba de 85,000 mil personas muertas por coronavirus, de tener los más altos números de personal de salud fallecido en el mundo. Resiste increíblemente la falta de medicamentos para niñas y niños con cáncer, resiste la mentira y la sonrisa cínica. Resiste la creciente inseguridad. Resiste las renuncias de los más altos perfiles dentro de su gobierno. Resiste la contradicción. Resiste los videoescándalos y resiste las adjudicaciones directas.
¿Por qué?
Una clave puede estar en los datos de las preferencias electorales para Estados Unidos. Depende a quién se pregunte, pero los datos de la Encuesta de Encuestas que publica la BBC toma en cuenta encuestas individuales nacionales de los últimos 15 días y revisa la tendencia: en su más reciente reporte, tiene 52% de las preferencia sobre para Biden y 42% para Trump. ¡Cuarenta y dos por ciento! La popularidad de Trump ha sido a prueba de los mayores actos de irresponsabilidad y estupidez. Los datos económicos que sostenían su éxito, se derrumbaron con la pandemia, y sin embargo, Trump resiste. Aunque quizá esos números no sean suficientes para ganar la reelección, sí deberían de serlos para cuestionarnos qué está pasando con el mundo.
Creo que la culpa la tenemos los medios de comunicación.
Cito a Andrés Costes, creador del personaje viral El Viejo Amargo: “son tiempos en los que ser tonto es cool.” Y esa combinación es suficiente para ser popular, entonces bajo ese esquema, por qué pensaríamos que para ser aceptado o aprobado se requiere de algo más.
Ambos presidentes tienen una sobreexposición en los medios de comunicación, poco importa si esta es negativa o positiva, bien dicen, bien o mal pero que hablen. Y hay quienes sostienen que no hay tal cosa como la mala publicidad.
Mientras escuchemos más las mañaneras, que los testimonios de las personas que están siendo afectadas por las malas decisiones de este gobierno, solo estaremos alimentando al peligroso monstruo de la popularidad.