Cuando murió Ruth Bader Ginsburg, jueza de la Corte Suprema de Estados Unidos, lo mismo era llorada por sus contemporáneas que por mujeres jóvenes. Bader Ginsburg representó un ícono feminista que inspirió en Estados Unidos y lejos de sus fronteras. Se fue una mujer cuyo paso representó a varias. Y en México ¿tenemos una? Puede ser que sí.
Mientras todos se distraían con los detalles de la conmemoración de la Constitución: un enojado vocero reclamándole a la titular del poder Judicial sin llamarla por su nombre, tan enojado y tan con permiso, que su jefe se dedicó toda la semana no sólo a hablar de ella, sino a decir que gracias a él estaba en ese lugar (después a desmentir sus palabras, por supuesto), también nos distrajimos con el juego de las sillas en el que alejaron cada vez más del presidente a Santiago Creel. Pero lo más importante de lo que sucedió el domingo fue el discurso de la Ministra Norma Piña.
Capturo algunos momentos
“El orgullo, pero sobre todo, la responsabilidad se potencian por un hecho: por primera ocasión en nuestra historia una mujer preside el Poder Judicial de la Federación. No es un logro personal, es un indicativo de avance social.”
“Evitemos encuentros estériles, reuniones anuales con bellos ejercicios de oratoria, para tras ello, volver al escritorio con la falsa sensación de un deber cumplido. Tenemos que esforzarnos más, cuestionar y cuestionarnos, replantearnos cómo lograr un cumplimiento cabal de nuestra Constitución.”
“La independencia judicial no es un privilegio de los jueces, es el principio que garantiza una adecuada impartición de justicia para hacer efectivas las libertades y la igualdad de las y los mexicanos. La independencia judicial es la principal garantía de imparcialidad del Poder Judicial, siempre, en beneficio de la sociedad.”
Hablar de la independencia en un espacio tan hostil como puede ser el que sea en la presencia del Presidente de la República, reconocer lo vago de los discursos y encuentros hechos para la foto y a la vez recordar la importancia de que por primera vez sea una mujer quien está al frente de la Suprema Corte de Justicia.
La historia de la Ministra Norma Piña sostiene lo necesario para convertirse en el ícono que los tiempos exigen: a favor del aborto y de los derechos de las minorías. El tiempo es perfecto, pues la resistencia constante no hace más que mostrar la fuerza de la que se puede estar hecha. A México le hace falta una figura a quien admirar, que haya llegado a las más altas instancias, y que sea lo suficientemente hábil para no dejarse colocar en el lugar de “oposición”, pues sus metas deben estar más allá de cualquier sexenio. Creo, que la Ministra Norma Piña puede ser nuestra Ruth Bader Ginsburg mexicana.