La mamá de una víctima de feminicidio me contaba su historia, su hija fue asesinada en un estado distinto al suyo, por lo que dar seguimiento a la denuncia se convirtió en una pesadilla que involucra desplazamientos, tiempo y dinero. El peritaje de la fiscalía decía: muerte por traumatismo craneoencefálico, y ya. Pudo haber sido un asalto, o la caída en una cisterna, da igual. No conforme con estos resultados, su madre solicitó una segunda necropsia, en esta ocasión llevada a cabo por un perito independiente, los resultados, además del golpe en la cabeza, eran que había sufrido asfixia mecánica por estrangulación. Ella sabe quiénes fueron las personas responsables, sabe en dónde están, cómo se mueven, ha sido recibida por el fiscal de la entidad en donde sucedió, en más de una ocasión, y sin embargo, no ha pasado nada.
Lo brutal del caso de Debanhi es que exhibió en tiempo real lo que les sucede a todas: autoridades omisas hasta que hay una mayor presión, falta de interés, desidia o falta de capacitación: Debanhi o Paulette, da igual. Si las “fallas masivas” ocurren cuando un caso tiene la atención de todos los medios ¿qué ocurre con el resto?
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Mientras la batalla está perdida por el lado de la investigación, la prevención tampoco va por buen camino. La Red Nacional de Refugios cuenta hasta hoy 41 días de haber solicitado el presupuesto 2022, sin que este se libere. Que esperen un poco las mujeres violentadas, que aguanten otro par de golpes, un intento de ahorcamiento, que maquillen los moretones y ahoguen la cara en la almohada, que respiren profundo y guarden el aire hasta que el trámite burocrático esté resuelto. Lo mismo para quienes trabajan en los refugios: que no cobren su sueldo, que no se quejen, que sigan yendo a trabajar, que consigan dinero para su transporte, que no coman, que no alimenten a sus hijos, que regalen su tiempo, que se callen, hay otras cosas a qué dedicar la atención.
¿Cuántos feminicidios dieron avisos previos? ¿Cuántas mujeres denunciaron por violencia quienes terminaron por ser sus asesinos? ¿Cuántas fueron ignoradas por las autoridades? ¿A cuántas les dijeron exageradas? ¿A cuántas no escucharon?
En marzo del 2019, la primera promesa para las mujeres del recién llegado López Obrador fue crear una campaña de comunicación contra la violencia de género, es fecha en que la promesa no se ha cumplido. El patriarca del Palacio no concibe más lucha que la de sus críticos contra sus fanáticos, lo demás es invento neoliberal.
Una mujer llegó al ministerio público de la Ciudad de México a denunciar a su expareja quien la golpeó frente a su hija: “Señora no denuncie, mire, si le pegó por nada, mejor váyase a su casa, ya ve como luego las están matando”.