Las voces de Morena anticiparon un fracaso en la participación de la consulta popular, de la misma forma en la que anticipaban un gran fraude en el proceso electoral, que después dejaron de mencionar cuando supieron que los resultados les favorecieron en la mayoría de los casos. Incluso, montaron una campaña de comunicación con voceros en distintos medios para cambiar la narrativa del fracaso en la Ciudad de México, y asegurar que en número de votos totales seguían siendo los grandes ganadores, a pesar de haber perdido la mitad de las alcaldías.
Si la consulta alcanza el 40% de participación, será gracias a su movimiento, si no, será culpa del INE. Si perdieron las elecciones del 2012 fue gracias a un fraude, si ganaron las del 2018 fue gracias a la avalancha de votos de su movimiento y a pesar del INE. Morena es, desde el discurso, el mal jugador que nunca pierde. Y frente al tablero tiene a una oposición incapaz de entender por qué perdió las fichas en el 2018.
La consulta popular es un gran instrumento de la democracia, lamentablemente hace que la participación ciudadana para proponer preguntas sea casi imposible, requiere de una gran capacidad de organización y convocatoria, y recursos que generalmente son exclusivos de los partidos políticos.
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Desconociendo en estos momentos cuál sea el resultado de la consulta, y cómo tendría o podría hacerse vinculante una pregunta tan ambigua, que desde el poder han decidido interpretar como les dio la gana, puedo anticipar que un “sí” hipotético va a dar para por lo menos tres años de espectáculo. Comisiones investigadoras que se dediquen a dar tema para seguir hablando del pasado reciente y nos permitan quitar de la agenda mediática el funesto presente.
A quienes estamos en medios de comunicación nos toca resistir la tentación de la coyuntura planteada desde Palacio Nacional, para seguir contando las historias que suceden fuera de esa burbuja. Que las víctimas de hoy, abandonadas y desacreditadas por las autoridades, encuentren en los medios los oídos que permitan documentar lo que está sucediendo y agitar la conciencia de quienes tienen que ponerse a hacer su trabajo.
La semana pasada, la Secretaría de Gobernación aceptó que hay un 90% de impunidad en los casos de feminicidios. Cuando leo a los emocionados promotores de la consulta, me pregunto por qué nadie está volteando a ver a quienes están exigiendo justicia para los crímenes de hoy. Alzan sus banderines propagandísticos mientras en el norte del país las Madres Buscadoras ruegan misericordia a la delincuencia organizada. Y en la Cámara de Diputados anteponen la política dejando en completa impunidad a un presunto violador de niños.