Esta mamá de tres, entiende algunas de las dificultades con el regreso presencial a clases. Epidemiólogos ajenos al gobierno nos lo han dicho: es el peor momento para regresar. Sin embargo, en el tuit del Gobierno de México del 12 de agosto dice en la esquina inferior del gráfico que comparte: “En el mundo NO existe evidencia de epidemia por Covid-19 en menores de edad.” A pesar de que hay más evidencia de la epidemia en los niños, que de los efectos protectores del “Detente”.
Mi adolescente me ha pedido regresar en línea, a pesar de que la pandemia le ha quitado la convivencia con sus pares y le ha arrancado como a todos los de su edad, uno de los momentos clave y más divertidos en la vida, se siente más tranquila así. El de once años estaba emocionado por regresar, pero la decisión la tomé yo, haremos burbuja con otro compañero, pero mientras sigamos en la tercera ola, no regresará de forma presencial, a pesar de que la escuela ha planteado un esquema híbrido con un máximo de doce alumnos por grupo. Es el que más ríe de los tres, pero las ojeras y los nuevos lentes que ahora estrena para poder ver de lejos, son los estragos de la vida en línea.
La más pequeña ha pasado el mismo tiempo de su vida en clases presenciales que sin ellas. Cuando pasamos a un lado de la escuela pregunta cuándo volverá. Recuerda los nombres de cada uno de sus compañeros como si los hubiera visto ayer. Enfurece cuando sabe que no hay respuesta a su pregunta, y maldice a un virus que no entiende pero que ha aprendido a respetar. Necesita volver a clases y podría apostar que de mis tres hijos, es a quién más le hace falta. He visto la ansiedad de la adolescencia, la incertidumbre de la preadolescencia y el enojo en la primera infancia. Ella tampoco volverá, no por ahora.
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Escribo esta historia dentro del privilegio que solo tiene quien puede elegir, y eso ya es mucho. Es curioso porque quienes podemos escoger la mejor opción (la que quiera que esa sea) contamos también con otras herramientas para enfrentar esta pesadilla, recursos para hacer más pruebas, instituciones o médicos privados con quién acudir. Quienes no pueden elegir, quienes tendrán que enviarlos a la escuela porque tendrán también que regresar al trabajo, son también quienes tienen menos posibilidades para enfrentar y contener un contagio.
Esta pandemia ha puesto una lupa sobre nuestras desigualdades y las decisiones del gobierno sobre el regreso a las clases presenciales son un rayo de sol (que no de luz) sobre esa lupa.