¿Por qué no puedo ver el ahuehuete de Reforma solo como eso, un ahuehuete que como cualquier otro árbol o planta, a veces sobrevive y a veces no? Es que cada vez que paso por ahí o veo una fotografía me parece que es el símbolo de los errores de la administración de la Ciudad de México. Es un árbol, me repito, no un resultado político, nadie tendría por qué sentir que fracasó porque no sobrevivió. Pero me es imposible no verlo así, y después de mucho pensarlo, ya entendí porqué. No es que todo en la administración de Claudia Sheinbaum esté mal y que el árbol seco sostenido solo por buenas intenciones lo represente todo, pero sí una forma de operar.
Con bombo y plantillo la siembra del árbol se convirtió en un tema político, una encuesta para definir qué plantar, y un día especial para hacerlo. Pronto, el ahuehuete quedó rodeado de la más dolorosa tragedia de nuestro país, los rostros de las personas desaparecidas. Si bien, una palma dañada puede reemplazarse, no hay respuesta sencilla para quienes buscan a sus seres queridos. Además de los familiares ¿qué otro ser vivo puede mantenerse en pie con tanto dolor? Los meses pasaban y el ahuehuete se veía peor, cada vez menos hojas, cada vez más seco. Pero el optimismo se los funcionarios públicos callaba lo que todos veíamos: es que se está adaptando, es parte del proceso, ya en unos meses lo verán verde, está estresado porque es una vialidad complicada ¿no sabían en dónde lo iban a poner?
Mientras todos veíamos que lo del árbol parecía se aferraban a su visión exitosa de la historia; como negar la falta de mantenimiento en el metro con sus accidentes y sus escaleras eléctricas descompuestas “no es cierto, todo está bien”, cuando la realidad nos escupe a la cara; no hay granaderos, no hay granaderos, ¡manden a los granaderos!
Al ahuehuete no lo hizo resistir la propaganda, los otros datos no fueron suficiente para mantenerlo en pie. Cuando la realidad era casi imposible de negar, la declaración de la Secretaria del Medio Ambiente salta como una joya de la resignación: “una de las cosas que están en nuestro ciclo de vida es que podemos morir”. Es un árbol, es solo un árbol, a veces se adaptan, a veces no, no representa nada en la política, me repito. Pero quizá no fui única que vio en el árbol este inmenso simbolismo, pues como todo error sin aceptar, se le dio su respectivo imaginario enemigo: ¡fue el conductor que lo arrolló! Fue por su culpa que no sobrevivió. (Esto sucedió a los dos días de haberlo trasplantado.)
Pues entonces parece que sí es mucho más que un mentado ahuehuete.