“Hablando con verdad, el arbitrio más seguro para conservar semejantes Estados es de arruinarlos. El que se hace señor de una ciudad acostumbrada a vivir libremente, y no descompone su régimen político, debe contar con ser derrocado por ella, a la postre”.
Nicolás Maquiavelo.
Desde hace meses aparté un libro en preventa: Machiavelli for Women (Maquiavelo para Mujeres), de Stacey Vanek Smith. ¿Qué tenemos que aprender de El Príncipe, en el lugar de trabajo? Una de las principales lecciones que recoge Stacey Vanek, me llevan sí al ámbito laboral, pero también a la política actual y de regreso, la cito: No parpadear.
“Maquiavelo pensaba que la inhabilidad (o desgana) para ver las cosas como eran, era una de las principales trampas para las princesas… darle por completo la cara a la realidad es crucial, hasta para el más listo, o más preparado príncipe, porque -los tiempos son más poderosos que nuestros cerebros-“.
Así como hemos visto hoy a diferentes gobiernos, local y federal contarse historias, que ya suenan repetitivas:
- Es una herencia del pasado.
- Nos critican/atacan porque están enojados. (Aplica lo mismo para la prensa como para la industria farmacéutica o el crimen organizado.)
- Estamos trabajando, porque todas las mañanas hacemos una reunión y estamos al pendiente.
- Las cosas ya no son como antes.
Ningún gobierno o gobernante va a aceptar nunca que está haciendo las cosas mal, y las mexicanas y los mexicanos nos preguntamos cuánto tiempo aguantará la liga del discurso ante el jaloneo de la realidad: Zacatecas, Veracruz, Guanajuato, la inflación, la (no) compra de medicamentos, la pandemia, etc… Si no estamos dispuestos a ver lo horrible, tanto gobernantes como ciudadanos, las cosas seguirán mal, nunca cambiarán.
En el caso de las mujeres, Stacey lo aplica de otra forma. Sabemos que un porcentaje muy bajo de mujeres llega hasta los altos puestos de poder. A quienes llegan, a pesar de reconocer lo que les tomó lograrlo, suele incomodarles el discurso del techo de cristal. Batallaron más, se dirán a sí mismas, pero sus pares hombres eran altamente competitivos. Sin embargo, los datos y los estudios respaldan la versión de lo horrible: si hay un puesto al que se postulan dos personas con exactamente la misma experiencia con la única diferencia del género, hay más probabilidad de que el trabajo lo obtenga el hombre, y que la oferta salarial para él sea mayor. Entenderlo, es la única forma de empezar a cambiarlo.
“Para pelear con un monstruo, necesitas conocerlo”, sentencia Vanek Smih, y con esta frase cierro, porque sigue dándome vueltas en la cabeza a cuántos ámbitos de nuestra vida, personal y pública, podríamos aplicarlo.
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