Eran los primeros días de diciembre del 2020, empecé a ver a todos, pero especialmente a mi hija de entonces 3 años, desde la puerta del cuarto en el que me aislé. Ella se sentaba en los escalones de enfrente y desde ahí jugamos lotería, vimos una película, con una cobija haciendo las veces de almohada, y hasta nos tomamos fotos. Fueron 15 días de incertidumbre que te acompaña cada vez que te pones el oxímetro, y que aumenta cuando recibes llamadas para preguntar cómo estás y curiosamente terminas escuchando historias de otras personas en las que murieron más de dos miembros de la misma familia.
Descubres que el mayor acto de solidaridad para alguien con Covid viene de quien se ofrece a cuidar a tus hijos, porque, quién sabe, a pesar de las pruebas negativas pudieran estar contagiados también. Agradeces los mensajes para preguntar por tu salud y descubres que de pronto la vida, tu vida, se puede detener quince días y todos los demás siguen ahí, funcionando. Mi niña de los escalones era el recordatorio diario de quién me necesita más, de cuán importante es el contacto físico y que a veces se puede estar de distintas formas.
Hoy tenemos de frente la tercera ola, no es necesario que las autoridades de salud o del gobierno local nos hablen sobre los números, las oleadas se sienten en los casos cercanos, cuando escuchamos que son dos o tres que conocemos, cuando uno de los que cayó es de los nuestros y así es como en la piel sentimos acercarse a ese enemigo invisible y silencioso que puede no hacerte nada o enfermar a toda tu familia.
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En esta ocasión le tocó a mi mamá. Y la historia vuelve a suceder, más gel antibacterial, la atención sobre el oxímetro, la vida en lapsos de 3, 5 y 15 días. Tres después de que sabes que la persona con la que estuviste dio positivo, cinco para esperar a hacerte una prueba, quince para retomar tu vida si saliste positivo, y la misma cuenta de nuevo para todos los demás. Y es que si sigues la cuenta, entonces eres de los afortunados que se quedaron para volver a empezar.
En esta casa no se le llama primero al doctor, nuestro nuevo 911 es el teléfono de Juan Luis, quien hace pruebas Covid a domicilio. Pero en el registro de mensajes no solo se cuenta nuestra historia con la enfermedad, también la suya.
Miércoles 13 de enero. Cancela la cita para hacer pruebas pues tiene síntomas de Covid. Miércoles 3 de febrero. -¿Cómo te fue? -Hola -responde-, toda mi familia está infectada. Miércoles 10 de marzo. -¿Cómo sigue tu familia? -Yo bien, mi madre falleció, mi padre sigue delicado.
Como muchos, Juan Luis no puede dormir, no deja el dolor atrás, solo lo mantiene entretenido con horas de trabajo y una nueva maestría. Esta noche volverá para decirnos a quienes tuvimos contacto con mi mamá si nuestra próxima semana comienza el lunes, o será dentro de 15 días.
Sofia y yo visitamos a mi mamá bajo su ventaja, se asoma y platicamos de cosas sin mucha importancia. Me doy cuenta que ahora yo soy la niña de los escalones.