La noche de este lunes, poco después de las 10 de la noche, el metro de la Ciudad de México protagonizó el mayor desastre en la capital desde el sismo del pasado 19 de septiembre de 2017, cuando dos vagones de este sistema de transporte se desplomaron desde un tramo elevado de la línea 12, entre las estaciones Olivos y Tezonco, al sureste de la capital.
A la hora de la publicación de esta columna, autoridades han confirmado el fallecimiento de 24 personas y 79 heridos que fueron trasladados a distintos hospitales.
El antecedente
Parte del análisis se ha centrado en la controversia en la que, desde incluso antes de su apertura al público, ha envuelto a la línea 12, inaugurada en octubre de 2012 como último gran proyecto de la gestión del ahora canciller, Marcelo Ebrard y que, sin embargo, tuvo que detener parcialmente sus operaciones en marzo de 2014 por problemas de construcción que podrían derivar en un descarrilamiento de convoy.
Aunado a lo anterior, a principios 2018, el entonces director del metro y ahora legislador local del PRD, Jorge Gaviño, informó sobre la conclusión de trabajos de reforzamiento de estructuras entre las estaciones Olivos y Nopalera, dañadas por el sismo de 2017.
Luego del desastre de la noche de ayer, la Jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, anunció un peritaje desde la Fiscalía General de Justicia para determinar las causas de este accidente y determinar responsabilidades. Incluso detalló que habrá una valoración internacional para garantizar la imparcialidad de este análisis.
La tragedia anunciada
Sin embargo, para los empleados del metro como para los vecinos de zonas aledañas, esta es una tragedia que se fue escribiendo lentamente con el paso de los días, semanas y meses que no se atendieron correctamente las demandas de mantenimiento y reparación. Basta con ver las publicaciones de habitantes que, a través de fotos, pusieron desde hace años en evidencia los problemas estructurales que padecían las columnas y ballenas, justo incluso en la zona del desplome.
El resultado de estas omisiones es el de siempre: el eslabón más débil en la cadena de desigualdad, aquellos trabajadores que después de una agotadora jornada de trabajo, buscaban llegar a sus hogares para regresar temprano al día siguiente a sus estaciones de trabajo, pagaron los platos rotos.
El problema no es menor y despertó en la ciudadanía preocupaciones por la fiabilidad de las estructuras de todo el Sistema de Transporte. Basta con ver también en redes los testimonios de usuarios que han revelado, como meses antes lo hicieron sobre esta tragedia, estructuras con desperfectos o problemas serios en su composición.
Muchas preguntas en el aire:
¿Será el gobierno de Claudia Sheinbaum capaz de destapar un serio entramado de corrupción, reconocer a los responsables y señalarlos directamente, incluso si algunos de estos se encuentra dentro de sus filas?
¿La actual administración tendrá y estará dispuesta a ceder los recursos necesarios (a pesar de la ‘austeridad republicana’) para realmente garantizar la seguridad de las instalaciones?
La tarea no es fácil, y la ciudadanía estará observando aún más de cerca los muros y columnas de su medio cotidiano de transporte que, de la noche a la mañana, comenzó a transmitir una sensación siniestra de incertidumbre.
¿Qué tan flexible se ha vuelto la privacidad? Te dejo mi columna anterior con este concepto que se ha ido desvaneciendo: