Hay momentos que están bordados en el corazón de todos los mexicanos. Esos que nos enchinan la piel, algunos que duelen al recordar y a la vez resultan inspiradores.
Cómo olvidar a los héroes del 85, o las cadenas humanas que rodeaban los escombros de los edificios para cubeta a cubeta tratar de rescatar a quienes habían quedado atrapados en el sismo del 2017. Cómo olvidar la emoción que sentimos hace exactamente diez años, cuando en los juegos olímpicos de Londres, los futbolistas mexicanos ganaron el oro en un partido contra Brasil. Cómo se siente cuando el himno se entona en una competencia deportiva, o cuando todos cantamos a la par Cielito Lindo. Eso se siente cuando tenemos un punto de encuentro, cuando las cosas que nos unen son mucho más importantes que aquellas que nos separan. Eso, fue lo que se sintió en la marcha de ayer.
Yo tardé una hora y media en caminar del Ángel de la Independencia al Monumento a la Revolución, por las orillas, encontrando atajos, y accediendo por una calle trasera, porque si hubiera ido entre los contingentes habría hecho dos horas. Llegar al monumento a la revolución y ver a tanta gente de pie, atenta, escuchando el discurso de Woldenberg fue brutal. De pronto unos chiflidos, no contra el discurso, sino contra el sistema de audio que había fallado y no dejaba escuchar a quienes estaban hasta atrás.
Ayer vi familias, organizaciones sociales, personas de todas las edades y diversidades, personas con discapacidad, pero sobre todo vi respeto. Marcharon en la CDMX, en Veracruz, en Puebla, en Monterrey, en más de 50 ciudades. La periodista de Sonora, Soledad Durazo dice que, desde la marcha por los niños del ABC, no había visto tanta gente en las calles. ¿Y qué fue eso que sacó a tantas personas a la calle? Mantener al árbitro electoral alejado de las garras de cualquier partido. La libertad para votar y poner y quitar a quienes queramos. La prueba de que el árbitro funciona es que el país se ha pintado de distintos colores en cada estado a lo largo de los últimos diez años.
En un país como el nuestro, en el que cada 6 años se reinventa, vale la pena apostar por lo nuestro, por proyectos e instituciones que trasciendan a quien quiera que esté en el poder, que se hayan construido por consenso y que han demostrado dar resultados.
Y ayer la gente salió a eso, a defender lo que no es de los partidos, sino de las personas, porque sabemos que el INE también hemos sido nosotros, cuando votamos, cuando somos funcionarios de casilla, cuando contamos los votos de nuestros vecinos, cuando construimos entre todos para tener un espacio que nos permita en paz, ir cambiando nuestra realidad.
Ayer recordamos el poder de lo colectivo. Y es esperanzador que seamos capaces de encontrar aquello que nos une, y en este país tan rojo sangre, defenderlo en paz.
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