Hoy Estados Unidos celebra sus elecciones intermedias, cambian la cámara de representantes y eligen a un porcentaje del senado. Las intermedias son como si fueran el “referéndum de Biden”. Su popularidad es la que estará en la boleta, junto a la popularidad de… increíble… la popularidad de Trump.
Entre lo que he leído de distintos analistas, lo que más me llama la atención es la cantidad de gente que sigue pensando que las elecciones en EE.UU fueron fraudulentas, ¿Cuáles son sus fundamentos? Un señor que insistió en que le iban a hacer fraude, aun antes de que se celebraran las elecciones.
Los malos perdedores no solo son terribles jugadores, y malos presidentes. Pueden causar daño a los países tan grande que permanece aun cuando ya no están en el poder. ¡EE.UU! Tuvieron un presidente que sugirió que inyectarse cloro para curar el Covid-19 podía ser una buena idea, que se negó a usar cubrebocas, prepotente, que ofendía a quienes le preguntaban (bueno, Biden también ha hecho eso), ¡engreído… y hay quienes lo siguen considerando buena opción! Me parece más que claro que los electores en Estados Unidos son un poco masoquistas.
Pero también hay un tema que tendría que ser una clara lección para el mundo sobre cómo pensamos quienes votamos. La “democracia” es un concepto tan lejano y cercano como queríamos verlo, tiene que ver con tu libertad, con la posibilidad de exigir cuentas a quien eliges, con tus derechos, pero tan lejano que, si tienes que preocuparte por cómo le vas a hacer para comer el día de mañana, eso te importa poco menos que nada.
De qué les sirve a los estadounidenses que les hablen de democracia con la inflación que traen, de qué les sirven que les hablen de derechos de los migrantes, si temen que los que vienen de afuera se queden con sus trabajos. Y de eso, aquí entendemos algo.
¿Por qué me habría de importar lo que dice un político u otro? ¿Por qué debería preocuparme por los que se están arrebatando la presidencia o si lo que dicen sobre los consejeros electorales es cierto o no, si yo estoy pensando en cómo voy a llegar al final de la quincena, con qué tipo de armas tengo que mandar a mi hija a calle por si el taxista no la deja bajarse, o el novio de su amiga decide irla a tirar a otro Estado en donde el fiscal asegurará que murió por beber demasiado? Y la inmediatez y urgencia por satisfacer nuestras necesidades más básicas, de alimento, de seguridad y de salud, son las que no nos dan tiempo para pensar en “los otros”, “los de circo político de todos los días”.
Y lo curioso e irónico es que es justo por ello que nos tiene que importar, porque son esas personas quienes tendrían que pagar por nuestros sueños rotos, y quienes, porque si no son capaces de cumplir sus promesas, por lo menos nos quedará la posibilidad de mandarlos a volar. Y eso, no es poca cosa.
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