Spoiler Alert. Tengo unas cuantas reservas con el uso de la palabra “conservador”, principalmente porque la política de este sexenio la ha acaparado y vaciado de significado. Pero me atreveré a usarlo, sobre todo porque quizá hace eco en esas conciencias preocupadas por las preguntas que la película pueda generar en sus criaturas. Encontré en la nueva película de Disney Pixar dos temas centrales que representan lecciones invaluables (como los grandes cuentos infantiles) para las personas adultas, y una de ellas tiene relación con un valor milenario, la familia: como sea que esta se haya formado, por relaciones consanguíneas, amorosas o de amistades, el valor de pertenecer a un grupo a través del cual tu existencia y paso en este mundo es más importante que ser el guardián de la galaxia.
El otro tema que me atraviesa, y creo que quizá a muchas personas que amamos nuestra actividad profesional, es el valor que nos damos a través del trabajo que hacemos. Y como nuestro némesis es también nuestra ambición, nuestro ego fuera de control.
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Después de haber crecido viendo películas de príncipes valientes que rescatan mediante besos a princesas inconscientes, me parece más que reconfortante una película en la que mis hijas e hijo puedan entender que ellos son su propio héroe, y pueden ser también, su peor enemigo.
Y para quienes creen que una película que muestra una familia homoparental va a darles “ideas” a sus hijos, sugiero entonces los alejen de los libros y principalmente de la vida en general, que no es sino un universo de preguntas sin respuesta.
Si sus hijos e hijas consiguen formar una familia en la que su nieta les recuerde con amor, habrán sido muy afortunados, sin relevancia alguna en cómo es que esa familia se haya formado.