Una serie de eventos no planeados llevaron a la toma de las instalaciones de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) en la calle de República de Cuba en la Ciudad de México. Una víctima que se ató a una silla, colectivas que le pasaban comida por la ventana, y la solicitud para usar el baño, terminaron con las instalaciones tomadas por grupos feministas de distintas índoles. En la sala de juntas y parte de la oficina de Rosario Piedra estaban las familias de desaparecidos. Ahí no entramos, —me advirtió Yesenia Zamudio.
Por otro lado, estaba el bloque negro, un letrero que colgaba sobre una de las puertas que daba al patio central anunciaba con su nombre, que nadie ajeno al grupo podía entrar. Tras pasar la entrada, el piso estaba repleto de despensas, ropa, agua y demás artículos que la gente donaba, unas semanas después de la toma, algunas de esas despensas fueron regaladas a las personas que se formaban afuera de la recién nombrada “Okupa Cuba”. Al fondo, en el centro y sobre el piso, en una improvisada exposición, se exhibían los cuadros intervenidos de Madero, Juárez, Morelos e Hidalgo. Los cuadros que, por cierto, fueron motivo de varios desencuentros una vez que se supo el valor que estos tenían tras haber sido intervenidos. Los héroes entraban y salían del edificio para ser retratados en las conferencias de prensa, hasta que finalmente nadie supo sobre su paradero, la última declaración al respecto del destino de los cuadros es que seguían escondidos al interior del edificio. No se sabe, y una vez de vuelta el edificio a manos de las autoridades, quizá no se sepa nunca.
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Vi un mapa del lugar dibujado con pluma y buenos deseos.
—Este cuarto será para las infancias, ahorita pusimos ahí una televisión para que los hijos de las chicas que están aquí puedan tomar clases. En este otro espacio se darán talleres. Aquí podremos recibir también a quienes necesiten refugio. —Me dijo una de las chicas con la que después pregunté sobre la legalidad de vender o subastar algo que no es tuyo (los cuadros), ella tenía una perspectiva muy particular, los edificios del gobierno y las instituciones son públicos y deben cumplir con el fin para el que fueron creados, pero ¿si no cumplen?, ¿si no están sirviendo a la gente?
Muchas de las mujeres que estuvieron en las primeras semanas de la toma de la CNDH tenían la intención de usar el inmueble como un lugar que diera refugio a mujeres víctimas de violencia. Había artistas, abogadas, activistas y curiosas. La intención se fue desmantelando a través de dos bandos, el de los problemas entre los distintos grupos de mujeres, y la segunda, la institucional, fueron denunciadas y perseguidas judicialmente quienes ahí se refugiaban, lo que las obligó a salirse, y en otros casos, perseguidas y señaladas mediáticamente. La paciencia jugó del lado de las autoridades, hasta que en el edificio quedaron solo tres mujeres.
Ya hace varios meses, una mujer que buscó llevar a una víctima, fue recibida con insultos. Intenté muchas veces, sin suerte, regresar al inmueble para ver lo que había quedado. De la transmisión en vivo que hicieron quienes estaban adentro, al momento en que policías buscaban recuperar el lugar, me llamó la atención la cantidad de botes de pintura. La operación de la Secretaría de Seguridad Ciudadana de la CDMX fue milimétrica, tomando como excusa el ataque a una mujer y su vehículo por cuatro mujeres encapuchadas que vivían al interior del edificio de República de Cuba y querían dinero para seguir financiando su movimiento, policías rodearon el lugar, lo recuperaron y tres mujeres fueron presentadas ante el ministerio público. Todo en las últimas horas de un viernes de semana santa.